México en el Patrimonio Mundial

 

México en el Patrimonio Mundial


México cuenta con 32 sitios patrimonio mundial, entre los cuales se incluyen diversas categorías de patrimonio cultural y natural de valor universal excepcional.

Uno de los sitios con más antigüedad que se tienen inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial, es el conjunto de cuevas que resguarda a las Pinturas Rupestres en la sierra de San Francisco, Baja California Sur, realizadas por las comunidades Pericúas, Cuaycuras y Cochimíes durante el largo periodo que abarca los años 100 a. c. al 1300 d. c., y que dan testimonio de su forma de vida y subsistencia, además de la flora y fauna existentes en el entorno.

Pero además en su conjunto, esta región de la península de Baja California nos brinda también otros dos sitios naturales de invaluable valor.

El Santuario de las Ballenas del Vizcaíno sobre las aguas del Océano Pacifico, y el conjunto de Islas y áreas protegidas del Golfo de California, con diversidad de especies biológicas.

En cuanto al patrimonio arqueológico, México cuenta con algunas de las primeras ciudades antiguas de América construidas en el periodo clásico, como Teotihuacán, Palenque y Monte Albán; del periodo posclásico las ciudades de El Tajín en la región totonaca y la ciudad fortificada de Xochicalco; la ciudad de Paquimé localizada en el norte; y las ciudades mayas de Calakmul y Chichén Itzá, que junto con la Reserva de la biosfera de Sian Ka'an  representan una trascendental área cultural y natural en la península de Yucatán.

Del periodo novohispano contamos con el reconocimiento mundial de ciudades distribuidas a lo largo y ancho del país, con diversas tipologías urbanas: las mineras y las que formaban parte del itinerario comercial de la plata, a través del Camino Real de Tierra Adentro: Aculco, San Juan del Río, Querétaro, la Villa protectora de San Miguel y el Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, Guanajuato, Lagos de Moreno, Ojuelos, Aguascalientes, Pinos, Zacatecas, Sombrerete, San Luis Potosí, Durango, Nazas, San Pedro del Gallo, Indé, Villa de Ocampo y Valle de Allende; otras tuvieron función portuaria en la carrera de Indias, como Campeche  y Tlacotalpan; las capitales políticas, económicas y artísticas dePuebla, Morelia y Oaxaca; y desde luego la capital de toda la Nueva España, la Ciudad de México nombrada junto con la zona lacustre de Xochimilco. En su conjunto, las ciudades históricas son un variado y extraordinario ejemplo del patrimonio arquitectónico y urbanístico mexicano.

La categoría de monumentos históricos cuenta notables testimonios de la empresa evangelizadora en el Nuevo Mundo, los Primeros Monasterios del siglo XVI en las faldas del Popocatépetl, repartidos en los estados de Puebla y Morelos, y las Misiones franciscanas de la Sierra Gorda de Querétaro, edificadas en el siglo XVII .

Al patrimonio moderno lo representan tres sitios, el Hospicio Cabañas  en Guadalajara, con una generosa dimensión espacial arquitectónica y donde en su interior se resguardan notables trabajos de pintura mural del artista mexicano José Clemente Orozco; la Casa Estudio Luis Barragán en los suburbios de ciudad de México, testimonio de las corrientes modernas del funcionalismo europeo adaptadas a los requerimientos de la arquitectura domestica mexicana en la primera mitad del siglo XX; y el Campus Central de la Ciudad Universitaria (UNAM), diseñado y decorado por los más emblemáticos arquitectos y artistas mexicanos del siglo pasado.

Como paisajes culturales están inscritos el Paisaje Agavero y Antiguas instalaciones industriales de Tequila, en la comarca del valle de Tequila, Jalisco, con sus haciendas de beneficios y destilerías y el paisaje transformado por el hombre para los sembradíos de agave azul; y las Cuevas prehistóricas de Yagul y Mitla en el valle central de Oaxaca,  que comprende dos conjuntos de vestigios arqueológicos y una serie de cuevas prehistóricas con refugios rocosos que resguardan arte rupestre.

Finalmente, dentro de los bienes naturales se cuenta la Reserva de la biosfera Mariposa Monarca, que recibe cada año millones de mariposas procedentes de áreas de Norteamérica y anidan en los árboles para hibernar. yFinalmente  la Reserva de la biosfera del El Pinacate  y el Gran Desierto del Altar

Como lo hemos reiterado innumerables ocasiones, la inscripción de estos sitios no hubieran sido posibles sin la destacada labor del trabajo técnico del Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO  y de sus órganos consultivos: la Unión Mundial para la Naturaleza (IUCN), el Centro Internacional de Estudios para la Conservación y Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM ) y el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS).

El arduo trabajo de asesoría y gestión por parte de nuestro país, que llevan a cabo tanto la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP ) como el Instituto Nacional de Antropología e Historia, es acompañado siempre por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), a través de la Misión Permanente de México ante la UNESCO , la Comisión Mexicana de Cooperación con la UNESCO , de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y, desde luego, la Secretaría de Cultura.
 

Visita también el sitio de México ante el Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO (en inglés): http://whc.unesco.org/en/statesparties/mx

 

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EL papel del INAH


El Instituto Nacional de Antropología e Historia tiene años 74 de existencia, a los largo de los cuales ha enfrentado diversos desafíos en la protección y conservación del patrimonio arqueológico e histórico de México. Asimismo, ha desarrollado una intensa actividad en los campos de la investigación científica, la creación y mantenimiento de museos y la formación de nuevas generaciones de especialistas en la antropología y la historia de México.

Sin embargo, la historia no comienza aquí. En México, desde la etapa de la Independencia, se fincaron los elementos que conformarían una identidad nacional, a través de la búsqueda e investigación científica, la conservación y el estudio del pasado, con la finalidad de encontrar elementos que se convertirían en patrimonio colectivo y en fuente de reconocimiento del perfil propio.

 Desde entonces se ha tratado de mantener un espacio que resguarde aquellos objetos históricos y arqueológicos que representen la diversidad cultural que existe en México desde la época prehispánica.

 Cabe mencionar que la diversidad cultural, o mejor dicho, la cultura, abarca todas las manifestaciones humanas materiales y sociales. Como ejemplo de la cultura material tenemos los instrumentos de trabajo, los vestidos, los adornos, las construcciones, etcétera; y como ejemplos de cultura social o inmaterial, se tienen las ideas, las costumbres, las tradiciones, las creencias, los valores, que en suma integran la parte intangible de la cultura. Los elementos materiales y los inmateriales son muestra de la satisfacción de las necesidades humanas, por lo tanto, se constituyen como bienes de la cultura.

Desde la época prehistórica, las comunidades transmitían la importancia de su historia a través de la práctica de sus actividades o mediante la enseñanza. De esta manera todos los sucesos eran conservados en inscripciones que se hacían en madera, en piedra y en otro tipo de materiales, y que nosotros conocemos como códices. Muchos de estos acontecimientos se referían a la creación del universo, a los dioses, al calendario civil y religioso, a los fenómenos naturales, etc.

Mucho de los monumentos que se realizaron en esta etapa fueron destruidos durante la conquista española. Muchos se destruyeron por el abandono y muchos fueron quemados. Sin embargo, los que actualmente conocemos fueron conservados porque se ocultaban en la selva y las montañas, y son los que constituyen el patrimonio cultural arqueológico de México.

Una vez que pasó el impulso de destrucción por parte de los españoles, muchos religiosos se dedicaron a investigar sobre las costumbres, creencias e historia de los grupos indígenas. Des esta manera se recopiló una basta información sobre las culturas de México, las cuales también forman parte del patrimonio cultural.

Una vez consumada la Independencia, el presidente Guadalupe Victoria fundó en 1825 el Museo Nacional para reunir y conservar una serie de antigüedades importantes para México. Este museo, en principio, estuvo a cargo de la universidad, pero en 1865 se dispuso que se estableciera en el Palacio Nacional, a la vez que su nombre cambió a Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia.

Durante el período porfirista, el Museo comenzó a publicar documentos y estudios importantes relacionados con la historia antigua del país. De hecho, se contaba con los servicios de un grupo de investigadores como Manuel Orozco y Berra, Alfredo Chavero y Francisco del Paso y Troncoso.

Debido al aumento de las colecciones dentro del Museo, Justo Sierra propuso dividir en diferentes ?reas las colecciones, y se le dio el nombre de Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Se formó también la Escuela Internacional de Arqueología y Etnografía Americanas, en la que participó el doctor Manuel Gamio. Gracias a la visita de muchas personalidades extranjeras, comenzó a difundirse el valor histórico y artístico de los monumentos prehispánicos, contribuyendo de esta forma para la rehabilitación de la cultura de México. Pero este hecho también tubo una desventaja: la difusión masiva de esta información propició la codicia de los coleccionistas que comenzaron a saquear las llamadas antigüedades mexicanas de manera clandestina.

Desde 1851, cuando se había denunciado ante el presidente Benito Juárez el peligro que tenían los monumentos arqueológicos, por lo que se propuso la aplicación de las leyes españolas reñativas a la propiedad y conservación de los mismos. La respuesta del presidente fue que se formulara una ley especial para resolver este problema, sin embargo, nunca se concretó debido a la guerra civil y a la intervención francesa. Lo único que se hizo fue refrendar la prohibición de exportar monumentos y antigüedades mexicanas. En 1868, el Ministerio de Justicia de la Nación declaró que las antigüedades que se encontraban en territorio mexicano pertenecían el Gobierno Federal; y en 1885, ya en el período porfirista se creó la Inspección General de Monumentos con el fin de conservarlos y explorarlos. Cabe mencionar que ésta dependía de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública.

El mismo gobierno de Porfirio Díaz promulgó la ley que protegería los bienes arqueológicos. Posteriormente en esta misma Ley se definió cuáles eran los monumentos arqueológicos que debían protegerse, se mencionó que su destrucción era un delito, se prohibió su exportación y se dispuso que todos los hallazgos fueran expuestos en el Museo Nacional.

Después de la Revolución Mexicana fueron instauradas diversas áreas de investigación, mismas que fueron clausuradas por el general Victoriano Huerta luego de suprimir la Secretaría de Instrucción Pública. El doctor Manuel Gamio hizo muchos intentos por reabrir esta Institución, pero ante la negativa por parte del gobierno fundó, en 1917, la Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográficos, dentro de la Secretaría de Agricultura y Fomento.

 Debido a que esta Dirección emprendió un programa completo sobre estudios de la población y del territorio nacional, en 1918 cambió su nombre por Dirección de Antropología, y comenzó a hacer estudios en la zona arqueológica de Teotihuacán.

En 1921 se fundó la nueva Secretaría de Educación Pública (SEP), y el doctor Gamio trasladó la Dirección de Antropología a esta nueva Institución. Allí se determinó fusionar dicha Dirección con la Inspección General de Monumentos, para formar el Departamento de Monumentos Artísticos, Arqueológicos e Históricos de la Secretaría de Educación Pública. Este departamento tenía la función de catalogar y proteger los monumentos y los lugares de belleza natural, de propiedad nacional o sujetos a la jurisdicción del Gobierno Federal, así como los monumentos ubicados en el distrito y territorio federales.

 En 1938, el general Lázaro Cárdenas tuvo la intención de que el departamento de Monumentos fuera independiente de la Secretaría de Educación Pública para que contara con recursos que el mismo gobierno federal le daría, y con ello obtener un resultado mejor en la conservación de los monumentos nacionales. Fue así como se creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 1939, que aunque seguía formando parte de la SEP, ya contaba con autonomía propia.

Desde su creación, el INAH tuvo a su cargo diferentes actividades:

- Exploración de las zonas arqueológicas del país;

- Vigilancia, conservación y restauración de monumentos arqueológicos, históricos y artísticos, y de los objetos que encontraran en ellos.

- Realización y publicación de investigaciones científicas y artísticas relacionadas con la arqueología y la historia de la población indígena.

En este sentido, la fórmula que puede explicar de manera general la función del INAH es: Identidad Nacional = Patrimonio Cultural.