En el corazón de la selva tropical del sur de México, ubicado en las primeras estribaciones de la Sierra Oriental de Chiapas, que limitan hacia el norte con la llanura costera de Tabasco, se ubica el sitio arqueológico de Palenque. Los antiguos habitantes locales le conocían con el nombre del riachuelo Otolum, cuyo significado es “casas fortificadas” en lengua chol.
Palenque es una de las ciudades más importantes del periodo Clásico del área maya (250-900 d.C.), sede de una poderosa dinastía a la que perteneció el rey Pakal y dominó una extensa región que abarcó el norte de Chiapas y el sur de Tabasco. Se cree que hacia el año 800 contaba con una población cercana a los 8,000 habitantes y a partir de entonces la ciudad comenzó a declinar y un siglo después estaba abandonada, sin que se conozcan de manera clara las razones de su caída.
La zona arqueológica toma su nombre de la comunidad vecina fundada a finales del siglo XVI: Santo Domingo de Palenque, fundado en 1567 por fray Pedro Lorenzo de la Nada, evangelizador de la selva lacandona, quien hizo una traducción del término Otolum dado por los indígenas choles que habitaban cerca de la antigua ciudad, vocablo que significa “lugar fortificado”. En la nueva localidad, Fray Pedro Lorenzo integró a familias de la etnia de los choles, quienes se encontraban viviendo de forma dispersa en la selva lacandona. A mediados del siglo XVIII, el canónigo Ramón Ordóñez, cura de Ciudad Real (hoy San Cristóbal de las Casas), dio noticia de las ruinas, pero fue hasta 1784 cuando el teniente José Antonio Calderón realizó la primera exploración oficial del sitio.
Palenque fue junto con Tikal y Calakmul una de las ciudades más poderosas del Clásico Maya, una de las dinastías más notables fue a la que perteneció el famoso gobernante Pakal, cuya tumba fue descubierta en 1952 por el arqueólogo Alberto Ruz L’Huillier dentro del Templo de las Inscripciones. Este edificio fue construido durante el reinado de K’inich Janahb Pakal (615-683 d.C.) con la finalidad de albergar sus restos mortales.
Más viejo que el conjunto de Tikal, cuyos monumentos principales se construyeron cien años después, el conjunto de edificios en Palenque es un ejemplo excepcional de un sitio ceremonial y cívico que corresponde a la mitad del período Clásico en el área maya. En el conjunto central de la zona arqueológica se pueden apreciar sus edificios principales: el Templo de las Inscripciones y El Palacio. El primero es el más importante por su tamaño, situación y significación. Debe su nombre a grandes tableros esculpidos que contienen una de las más largas inscripciones glíficas mayas. Las inscripciones mayas han sido ampliamente estudiadas por ser una de las primeras manifestaciones de escritura en Mesoamérica con un alfabeto logosilábico, y por sus sistemas calendáricos: uno cíclico, como en otras partes de Mesoamérica y otro lineal, llamado cuenta larga. El Templo tiene ocho niveles y una altura de casi 23 metros.
El Palacio es el conjunto más grande de Palenque, tanto en volumen como en superficie edificada. Fue alzado en diferentes etapas durante el siglo V que más tarde fueron sepultadas cuando se le aumentó altura y extensión al monumento en el siglo VII. Consta de tres templos que delimitan una pequeña plaza rectangular, y que se componen de un pequeño vestíbulo y una habitación más pequeña en su interior. En la pared del fondo se colocaron tableros grabados que dan nombre a cada uno de los templos: del Sol, de la Cruz y de la Cruz Foliada, que contienen escenas de tipo dinástico y simbólico
Otro importante descubrimiento arqueológico fueron los restos mortuorios de la Reina Roja en el templo que lleva su nombre, también conocido como Templo XIII. Este fue posiblemente construido durante el siglo VIII sobre edificios anteriores, del siglo VII, que fueron utilizados como tumbas de algunos importantes miembros de la dinastía palencana. Los restos encontrados pertenecieron a Tz’ak-bu Ajaw, esposa de K’inich Janahb Pakal (635-702 d.C.).
Una vez que la ciudad antigua de Palenque fue abandonada alrededor del siglo IX, la espesa selva que lo rodeaba cubrió sus templos y palacios. Esta vegetación protegió en gran parte los edificios y sus elementos del saqueo. Además, el hecho que el área permaneciera inhabitada, desde su abandono hasta el período Colonial, ayudó la protección de la integridad del sitio.
Sabías que…