Entre las faldas del imponente Volcán de Tequila y el profundo cañón del Río Grande de Santiago, se forma un amplio paisaje de agave azul dibujado por los cultivos de la planta utilizada desde el siglo XVI para producir tequila.
El sitio, de 34,658 hectáreas, comprende un paisaje activo de campos de agave azul extendido sobre los municipios jaliscienses de Teuchitlán, Magdalena, Tequila, Amatitán y El Arenal donde se han desarrollado testimonios materiales e inmateriales de diferentes periodos históricos en torno a las grandes destilerías donde la piña del agave se fermenta y destila.
El paisaje agavero ejemplifica el vínculo continuo entre la antigua cultura mesoamericana del agave del cual sobresale la utilización de algunas variedades de agaváceas para la elaboración del mexcalli, o agave cocido, para usos alimenticios o rituales. Su uso más relevante fue como fuente de azúcares para la alimentación obtenida por medio de la cocción o tatemado del centro de la planta en hornos subterráneos.
Otro uso consistió en la preparación de una bebida alcohólica de carácter ritual producida por la fermentación del jugo del centro del agave cocido. Hacia 1600 se introduce en la región el proceso europeo de destilación, de origen árabe, para producir el vino de mezcal que posteriormente tomaría el nombre del lugar: tequila. Así, con los continuos procesos de cultivo desde el siglo XVII, se crearon las plantaciones a gran escala y las destilerías finas empezaron la producción de tequila. El cambio de los hornos de pozo, de origen prehispánico, en el que el agave se tatemaba con leña, a los hornos de mampostería que utilizan vapor para la cocción, marcó la diferenciación del vino de mezcal de Tequila de los mezcales producidos en otras regiones de México.
La propiedad también incluye un testimonio de la cultura nahuatlaca, la zona arqueológica de Teuchitlán o Los Guachimontones, que se forjó en la zona de Tequila entre 200-900, mediante la creación de terrazas para la agricultura, viviendas, templos, montículos ceremoniales y campos de pelota.
Tras la Revolución de comienzos del siglo XX, el régimen postrevolucionario promovió el nacionalismo no sólo en la educación y la cultura sino también en otros medios. A finales de la década de 1920 se comienza la revalorización de las artes populares como parte de una “identidad mexicana”, y ciertas manifestaciones vernáculas de Jalisco, como el mariachi, la charrería y el tequila, fueron poco a poco reconocidas colectivamente como elementos nacionales. Para lograr ese propósito la industria cinematográfica contribuyó de una manera decisiva durante la llamada época del Cine de Oro mexicano, que se caracterizó por glorificar el ambiente del campo jalisciense.
Sabías que…