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Pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco.


Los grupos cochimíes locales negaron a los misioneros jesuitas tener conocimiento acerca de sus orígenes y lo atribuyeron al trabajo de una antigua raza de gigantes, ya desaparecida, provenientes del norte.


 

La Sierra de San Francisco cruza la península de Baja California, tiene un área aproximada de 3,600 km² y alcanza una elevación máxima de 1,590 m sobre el nivel del mar, albergando en sus múltiples cuevas grabados rupestres de una antigua cultura que habitó la región (de la que no se tiene registro de nombre) a finales del Pleistoceno, hace 10,000 años. Los cochimíes, que habitaban la región al arribo de los misioneros jesuitas a finales del siglo XVII, dieron razón de esas pinturas bajo la creencia de que habían sido obra de una raza humana gigante que se extinguió antes de su llegada.

 

Aquí se dieron condiciones óptimas para la conservación de las pinturas del estilo denominado “Gran Mural”, característico de la región central de la península. Por su escala monumental, la calidad de su ejecución, su estilo homogéneo, el gran número de sitios en que se encuentra y su buen estado de conservación, está entre los cinco conjuntos de arte prehistórico más importantes del mundo. Los otros son el Tasili N'Ager argelino, el del Paleolítico Superior europeo, el de los bosquimanos de Sudáfrica y el de los aborígenes australianos.

 

Las pinturas rupestres se distribuyen sobre 12 cañones principales, donde se han registrado más de dos mil sitios con evidencia de presencia humana. San Francisco está dividido en cuatro grupos principales: Guadalupe, Santa Teresa, San Gregorio y Cerritos. En 2008 se determinó que en la cueva de San Borjita fue localizada una figura humana realizada hace 7,500 años, lo que la convierte en una de las más antiguas que se conocen hasta ahora en América.

 

El estilo es esencialmente realista y está dominado por representaciones de figuras humanas, marinas y fauna terrestre diseñadas en rojo, negro, blanco y amarillo que ilustran la relación entre los humanos y su ambiente y revela una cultura altamente sofisticada. Las pinturas se encuentran en las paredes y techos de abrigos rocosos en los lados de barrancos de difícil acceso. Para poder crear esos enormes murales necesariamente se tuvieron que construir andamiajes complejos pues sus obras están a veces situadas a casi diez metros del suelo.

 

Gracias a la naturaleza geológica de las montañas y al clima seco, su estado de conservación es muy bueno, encontrándose a veces enormes paneles con cientos y aun miles de figuras pintadas en vivos colores. Cuando la población indígena fue mermada, los sitios permanecieron intactos hasta fines del siglo XIX, época del repoblamiento de las montañas.                    

 

Aunque desde una perspectiva humana son asombrosamente perdurables, pues han logrado sobrevivir milenios de embates destructivos y erosionantes, como calor intenso, lluvias torrenciales, vientos ciclónicos y frío extremo, estas manifestaciones artísticas son, en términos geológicos, efímeras y pasajeras que acabarán desapareciendo irremediablemente.

 

A los valores estéticos de estas obras se suma la belleza del paisaje y la vegetación de los cañones y mesas.


 

Sabías que…

 

  •  Para describir estas pinturas rupestres, Harry Crosby, historiador y fotógrafo estadounidense, acuñó el término Gran Mural, el cual ganó una amplia aceptación.

 

  •  Las primeras referencias al arte rupestre de la región se encuentran en los registros de los jesuitas del siglo XVIII, quienes las describieron como “pinturas viejas”.

 

  •  En 2008 se consideraba a las pinturas de San Borjita (c. 7,500 a.C.) como las más antiguas de América, hasta que en 2012 se dataron con aproximadamente 10 mil años de antigüedad las pinturas de Minas Gerais, en Brasil.

 

Recorrido virtual: http://sendarupestre.cultura-bcs.gob.mx/