Sus orígenes se remontan al siglo XVI cuando las haciendas ganaderas en el norte y centro del país, al presentar un gran desarrollo, se ven en la necesidad de convivir y cooperar entre los vaqueros de la región para llevar un control del ganado de cada propiedad, surgiendo así la actividad de la charrería que consistía en las actividades típicas de una finca (ejercer a caballo el control mediante el uso de una silla de montar y una reata para arrear al ganado), actividades que con el correr de los años dieron origen a una tradición.
Actualmente se han creado escuelas que entrenan a charros para asistir a convenciones y participar en concursos envestidos de un atuendo tradicional -sombreros de ala ancha para hombres y rebozos de colores para las mujeres-. La organización de concursos públicos o charreadas permite a los espectadores admirar la destreza de los charros (a pie o a caballo) en el arte de arrear y jinetear yeguas y toros cerriles.